Todo empezó con la cámara subjetiva de Sean S. Cunningham en 1980 y concluyó con Joseph Zito y Corey Feldman en 1984. En el primer caso, la cámara sigue el rastro de una pareja de adolescentes ocultos en un granero de trigo. Se trata de dos trabajadores de un campamento de verano que dejan a un lado sus deberes por un rato de diversión lujuriosa, la cual es contemplada desde la cámara ( o la visión subjetiva de Jason Voorhees ) como un acto de perversión que perjudica no sólo a sus hacedores, sino a toda la comunidad de veraneantes y a posibles niños inocentes que mueren por causa del egoísmo de quienes deberían ampararles. Esa cámara subjetiva (recurrente a lo largo de las cuatro primeras entregas de la saga) se convierte en la conciencia de pecado e injusticia y, por ende, la conciencia de Crystal Lake como lugar donde el mal no es tolerado y el sexo ilícito se paga con sangre. El Mal no son personas concretas, sino determinadas actitudes o, si se quiere, el mal es la adolescencia entendida como esa etapa (conocida como la edad del pavo o de la tontería) que traiciona la pureza de la infancia anterior, donde los excesos hormonales y sus conductas consecuentes requieren de contundentes medidas disciplinarias. A nuestros camaradas les corresponde empatizar con el asesino, vosotros que de vez en cuando sentís ganas de coger el rifle y darles un escarmiento a esos jovenzuelos irresponsables que deambulan por las calles. Poca broma, decimos, pero el caso es que cada elemento en juego forma un cuadro "ideológico" perfecto conforme a la verdad en la que creéis: Jason simboliza la inocencia del niño desamparado, la juventud es un coro abstracto que expresa toda la estupidez y la superficialidad del mundo, el arma homicida es el brazo ejecutor de Justicia, y la belleza y la paz de Crystal Lake es ese lugar irreconciliable con actitudes mundanas y, por tanto, invadir o perturbar su paz implica la muerte como castigo. Pero va más allá de eso, puesto que no se trata sólo de la juventud como enfermedad transitoria, sino de comprobar cómo esa juventud es el germen a partir del cual se desarrolla la sociedad adulta con toda su concupiscencia y corrupción ya sea en lo estético, lo social o en la política. Y, por último, al meollo del asunto: ¿ es Viernes 13 un producto para mentes puritanas, usualmente identificadas con la derecha neoliberal de los ochenta, o realmente consigue trascender e ir más allá de las ideologías sujetas a los mecanismos y el devenir mundano, encontrando ese punto de locura que la desliga de cualquier esquema al uso ?. Apuesto por ésta última posibilidad, porque culmina creando su propia contradicción, su aberración respecto a sí misma y, por tanto, su autocritica. Cuando Corey Feldman vence al monstruo corrompiendo su propia infancia, entonces Jason pasa a encarnar lo demoníaco, el Mal personificado y concreto que va colonizando la mente de los niños inocentes, lo cual cambia la perspectiva con la que contemplamos lo desarrollado hasta ese momento final. En todo caso, para preservar el mensaje y la "ideología" como algo vivo y presente, recordar que si hemos indicado que esa forma de adolescencia es un puente hacia la degeneración moral de la sociedad, la infancia, contrariamente y entendida como representación de la bondad y la nobleza interior, es la que destruye la corrupción del mundo. Traducido en la práctica sería como detener el tiempo e impedir esa forma de progreso que va en una dirección equivocada, y progresar en el buen sentido, el de la salud, la integridad y los verdaderos valores.