jueves, 9 de agosto de 2018

Fibra y pólvora




Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Chuck Norris, Clint Eastwood, Charles Bronson...hace treinta años pocos fueron los visionarios que sabían que aquella generación de niños y jóvenes (nuestra generación) encontraría definitivamente a sus referentes del mundo de la ficción en cada uno de los actores citados, y en otros más que irán surgiendo. En su día, entre otras acusaciones o maledicencias, nuestros padres y nuestras lumbreras intelectuales de la E.G.B decían de ellos que representaban a lo último del fascismo (o nazismo) campando a sus anchas desde Hollywood, y respaldados por la era Reagan. Mírenlo como quieran, el caso es que o bien aquella gente no tenía ni idea de lo que es el fascismo, o el fascismo emana de una fuente del Espíritu. También era una cuestión de madurar y entender qué nos estaba diciendo ese lenguaje sustentado en la brillantez de aquellos músculos y en la caracterización del hombre que vive constantemente en tensión física y psicológica frente a las asechanzas del enemigo, siendo la perfección plástica del físico una expresión visual de la fortaleza de la Voluntad y de la moral. Interpretaron a personajes solitarios, sobrevivientes, de una moral anárquica, enraizada en la libre conciencia y fuera de los márgenes de una civilización demoníaca. En pocas palabras, el envoltorio externo (la chupa de cuero, la fibra muscular, la mirada de tigre, las armas y la rudeza estereotipada) sólo era un signo externo que, ahora sí, nos conduce a una serie de lecciones sobre la guerra del Espíritu. En último término, dado que obviamente todas estas creaciones proceden de la cultura del Dragón, debemos subvertir la acción de estos personajes de ficción para enderezar lo torcido y destacar los valores pertinentes. Ahora bien, el arquetipo, con sus formas externas, es esencial en sí mismo; durante décadas, fruto de la rebelión del acné y de la propaganda del “buenismo”, hemos rechazado a estas figuras a base de proclamar paz, amor y edulcorantes posmodernos. Pero ya es la hora de ser verdaderamente hombres duros, y de dejar de ser ciudadanos "formados e inteligentes". A la luz de Cristo ahora sabemos que la vieja generación tenía razón: el mundo está polarizado en Bien y Mal, los malos y los buenos, y debemos entender el Bien. En el trasfondo de esas figuras cinematográficas alienta el sentido del hombre-Roca, aquel que, precisamente por ser duro, es el más sensible, el que sabe ceder a tiempo o el que dispara con la pólvora del pensamiento exacto y ecuánime.

viernes, 29 de junio de 2018

Reirse de las ideologías ( Monty Python, 1979)

                             



                             "Y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres" Juan 8:32

                            "Todos vosotros sois diferentes. No debéis seguir a nadie..." -Brian-


La perspectiva mundana casi que nos obliga a reconocer que la película en cuestión va de ridiculizar a la religión cristiana y ( aunque sea en contadas ocasiones ) al mismo texto bíblico, y al mismo Dios. En parte no podemos dejar de estar de acuerdo con aquellos camaradas que sostienen que aquí no se reivindica nada que sea noble y digno, pues es el nihilismo el que claramente parece inspirar el humor. Pero hay algo fascinante en la película, algo más hondo y trágico. Reírse de la condición humana y de sus lamentables inventos ideológicos no necesariamente nos lleva al nihilismo que deja todo a merced de poner una sonrisa estúpida y ver el lado divertido de la vida, sino que, por así decir, limpiar la basura nos permitirá ver la Verdad que se oculta tras las imitaciones de la cultura humana. Del mismo modo, reírse de las religiones institucionalizadas, de los tópicos y medias verdades que de ellas emanan, es un modo de decirnos que no debemos seguir a ninguna autoridad humana. La libertad de conciencia supone un desarrollo del individuo, pero no necesariamente nos lleva al individualismo. Los extremos se autoaniquilan, en el equilibrio hallaremos la Verdad más radical, dolorosa y deslumbrante, la que de verdad nos libera y aguarda tras el "Sed hombres libres", escueto y verdadero mensaje de una película que parece exhibir humor como si de un arma letal se tratara.  




jueves, 15 de febrero de 2018

Raíces



En ocasiones nos irrita la mundanidad. Y como somos tan mezquinos, nos dejamos llevar por la bandera de nuestro corazón orgulloso. Algún hermano en alguna parte posiblemente entienda y comparta este sentir. Sabemos que no hay nada tan grande como servir a la Verdad, pero demasiado a menudo surge el impulso de utilizarla de mala manera. Que no sea así, hermanos, que Dios nos de poder para humillarnos y servir a los demás en vez de ser chismosos y mediocres representantes de la Fe. El caso viene por las exigencias y el compromiso laboral. Una profesora, de incuestionable competencia y buen trato para con su alumnado, me sugiere que debería aprender a "soltarme", porque, según ella, soy demasiado serio y rígido, por tanto necesito, según dice ella y su prisma mundano, tener "soltura". La seriedad no está reñida con el humor, así como el humor tiene cierta afinidad con el amor, mientras que la risa es una reacción nerviosa ( auténtica reacción psicológica a modo de defensa ante las chocantes imperfecciones de la realidad ) que nos ayuda a sobrevivir, pero a la vez nos acerca a las filas del Demonio. Le pese a quien le pese esto es así. A esta guapísima señora algunos de sus colegas de profesión la califican como "la profesora de las mariconadas", porque le encantan las "dinámicas de grupo", recurso pedagógico muy de moda en la formación reglada de nuestros días. A ella le encanta la risa y los chistes de dudoso gusto, hacer monadas, cocinar en clase, le gusta bailar y hacernos bailar. Yo me niego rotundamente a ello, y vuelvo a las raíces, a los maestros geniales que empezaron a abrirme paso hacia el buen camino, y me marcaron para siempre. Tal vez no sabemos decirle a los demás lo que significa ser de "la vieja guardia". Aquel antiguo maestro era serio y rígido, pero estaba lleno de saber y vida. Nos quería perfectamente rígidos, calladitos y sentaditos en el pupitre, sin pensar en otra cosa que hacer los deberes con la mayor perfección posible. No se andaba con tonterías: cuando el alumno se distraía o del algún modo olvidaba la disciplina, su mirada furiosa, de locura contenida, sus gritos, empujones, patadas a la mesa, disparos con tiza o libro de texto, nos petrificaba. Muchos hablaban mal de él, porque le tenían miedo, o porque les parecía que era demasiado arrogante, porque él era la clase de hombre que sabe que siempre tiene razón. Por desgracia, hoy en día ya casi no quedan hombres así dirigiendo las aulas. Os lo digo yo, aquel hombre, con todo, estaba lleno de amor, y su perfil estaba más cercano al anhelado equilibrio entre justicia y misericordia que las maneras habituales del "buenismo" dulzón e hipócrita. Seamos, pues, equilibrados, seamos justos, tomemos las armas de la Fe. 

jueves, 8 de febrero de 2018

La imagen de Elliot



Perseverancia, impasibilidad, fortaleza íntegra, son algunos de los posibles atributos de la imagen del hombre perfecto, por eso era interesante argumentar el porqué Steven Spielberg sí debe estar en esta selección de figuras de hombres de la "vieja guardia". Es verdad que en su cine predominan los personajes vulnerables y enfermizos que necesitan de una experiencia extrema que provoque un cambio profundo en sus vidas. En "E.T", una de sus obras maestras, convirtió al pequeño Elliot en un sueño ( o imagen ) de sí mismo. Debemos fijarnos en éste último fotograma de la película, aquel que todo lo contiene y lo resume: la expresión del rostro y los ojos de Elliot mientras observa el cielo, tras decirle adiós al amigo de las estrellas que ha transformado su vida. En virtud de un portento interpretativo, tras la expresión de tristeza o fragilidad alienta una emergente sensación de firmeza y seguridad. El desarrollo de la película aparentemente se sustenta en la recreación de sentimientos o juegos exclusivos de un universo infantil, pero en esta película es más importante todo aquello que no siempre se muestra o se dice explícitamente. Sentir la vida a través de los sentimientos de "E.T" le ha dejado una impronta imborrable que cambia un corazón egoísta por otro más sensible al dolor ajeno, allí donde la sensibilidad y la piedad son atributos de la fortaleza y el valor. No en balde emerge en su espíritu el valor para enfrentarse al siniestro estamento de la ciencia y la tecnología del mundo de los adultos, y poder vencerlo con las armas del corazón y la Fe.  


lunes, 29 de enero de 2018

Perseverancia contra el cambio ( Rocky II, 1979)





"Rocky: Eres lo mejor que me ha pasado en la vida
  Adrian: ¿Crees que siempre será así?
  Rocky: Sí...
  Adrian: Espero que nunca...
  Rocky: ¿Qué...?
  Adrian: ...que nunca te canses de mí. No quisiera que cambiara nada.
  Rocky: Yo no pienso cambiar en nada. Y espero que tú nunca cambies."

Paradigma y elogio a las promesas de fidelidad. En el matrimonio fidelidad al cónyuge, pero la fidelidad ha de estar fundamentada en los valores eternos conforme a la Ley. Lo que, en palabras más mundanas, llamaríamos fidelidad a la Vida. Rocky y Adrian son una de las mejores parejas de la historia del celuloide, y encarnan un bellísimo ejemplo de perseverancia, sentimiento y acción que se complementan. La fragilidad de uno es la fortaleza del otro, formando así una sola carne. Preservar la inocencia y la fe de aquel primer amor es un objetivo permanente, y si fracasamos en dicha misión ya no es fácil retornar a las sendas antiguas. "No cambies nunca", son letras que repetidamente han sido escritas a bolígrafo en cualquier trozo de papel a lo largo de la vida, y remitidas al amor de cada época. Y se hacía en los momentos de luz y pureza. Todo aquél que ha encontrado el amor o la amistad verdadera le teme al cambio, y hace bien, porque la corrupción ni es Ley ni tampoco debemos convertirla en norma de vida. Pero así es, fidelidad o traición, y normalmente vence la segunda, por causa de las tentaciones del mundo, como la fama, los beneficios materiales o sociales y el egoísmo. Persevera y vencerás.




miércoles, 17 de enero de 2018

Amistad y pistolas (Rob Reiner, 1986)





"Los soldados estaban tranquilos porque sabían que el cabo Teddy Duchamp protegía todo aquello que más apreciaban"

"Nunca he vuelto a tener amigos como los que tuve cuando tenía doce años. Dios mío, ¿los tiene alguien?."

 Obra imperdible y fundacional, sería poco decir que es el espejo que refleja una verdad respecto a toda una generación. El epitafio final suena a sepultura y a regocijo. Si la amistad es lo más importante de la vida, saber que la perdimos en vísperas de la adolescencia nos trae la imagen de un fraude, pues una vida sin el cariño y la audacia de aquellos tiempos no merece ser tenida como tal. Sabiendo que no podemos volver al pasado, la única opción sería actualizar la enseñanza que se vislumbra, concretamente, en la relación entre el chico sensible de letras y el tipo rudo y desgarbado interpretado por River Phoenix, cada uno de ellos personificando atributos que no son contradictorios sino complementarios e intercambiables según el perfil del hombre íntegro y santo. La justicia y la misericordia, la letra y la espada, mente y músculo considerados en perfecta integridad. Lo "fuerte" y lo "débil" se buscan, se aman, se complementan. Esta película, por demás, nos introduce en un mundo de hombres donde la mujer, no por capricho, queda muy al margen del corazón y de la temática de la historia pues, le pese a quien le pese, todos sabemos que la ruptura, la separación, la traición, el olvido de la amistad, la pérdida de aquel pequeño paraíso y la entrada en un progresivo estado de corrupción del alma ( el que nos lleva a la tibieza y a la comodidad material ), empiezan con los cambios hormonales en la adolescencia y con la consecuente búsqueda del sexo opuesto. Atención a la imagen final y el ambiente que describe: el chico de letras, quien empezaba a crecer en saber y valentía, acaba convertido en un padre de familia acomodada, arrastrado por la molicie y consciente de un fracaso parcial, un hombre feliz que en cierto modo ha sabido aprovechar la experiencia de la infancia, pero a un precio muy alto que casi todos, incluso los que siguen en la lucha, terminamos pagando. Porque...¿los tiene alguien?.