De entre todos esos perfiles inspiradores y surgidos del cine setentero o del videoclub de los ochenta, el del Padre Karras contiene algo más que melancolía y referencias a la crisis personal y espiritual. Tal vez no solemos pensar o reconocer la influencia que tuvo a la hora de suscitar cuestiones religiosas, o directamente inspirar para la vocación de la vida religiosa, siendo el principal protagonista de una película como El exorcista, tan llena de contenidos teológicos. Por otro lado, en esta bitácora buscamos perfiles de fortaleza, disciplina y salud física y espiritual, por eso un personaje que encarna la duda y la fragilidad no parecería adecuado si no fuera por los entornos en los que se mueve y porque posee la dimensión de lo real y humano: con toda su debilidad y sus dudas a cuestas, cerca de los enfermos y comprometido con las personas angustiadas del mundo, sumiso y humilde, entre su misería material y los lugares marginales de una ciudad, donde igualmente trata de cuidar de su madre como de permanecer leal a la hermandad a la que sirve. A nosotros, camaradas, nos gusta y tenemos mayor afinidad por el cielo azul, los paisajes bellos o el aroma de las flores, pero mientras estamos en este mundo el infierno nos rodea a menudo, y mucho más en tiempos de guerra, por eso un perfil como el de Karras, en esa lucha contra el mal bajo el cielo gris y el oscuro y frío otoño de la opresiva atmósfera de Georgetown, ayuda a poner a tono la musculatura espiritual.