"Debemos intentar grandes cosas antes que unirse a esos espíritus tímidos que no conocen la victoria ni la derrota". Theodore Roosevelt.
Es la película más olvidada e impopular. Aplicando una lectura superficial, se diría que exalta la guerra, la sangre y el sudor por su potencial para domar los sentimientos, crecer en el dominio propio y superar las debilidades. Estos objetivos también pueden ser alcanzados por medio de la lucha espiritual o disciplina mental. Es, en definitiva, el espíritu de lucha tan propio del cine de John Milius. ¿Cómo habrían transcurrido las vidas de ese grupo de jóvenes si nunca hubieran conocido un amanecer rojo?. El problema aparece cuando todo transcurre con normalidad: terminar la carrera, un matrimonio feliz, tener un buen empleo y un hogar cómodo. Son los tibios ideales de la clase media y de la mediocridad burguesa. A la contra de ello tenemos el llamado de Milius: ¡no os conforméis con este mundo y buscad una razón para morir luchando!. En el caso de este cineasta, que se autodefine como un "anarquista zen", el ejército invasor tiene un significado que va más allá de su forma literal. Se trata de luchar contra imaginarios que las ideologías imperialistas imponen como forma de control mental, da igual si son los yanquis o los soviéticos. El hombre verdaderamente libre no tiene ideología, y encuentra la libertad en la naturaleza, la patria que en este caso y de forma ineludible aparece representada en la bandera de los Estados Unidos de América, la amplia estepa, el desierto salvaje e inexplorado, más allá de las regiones donde el sistema de pensamiento humano ejerce su opresión. Sí, tan literal como simbólico.
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