Grease contaba la historia de Danny Zuko, un chico que necesita ser libre. Vivía preso de los convencionalismos derivados de pertenecer a una cultura, e incidamos en el hecho de que todos hemos sido, en alguna medida, hijos de la "era rock". La película es un escaparate para deleitarse en la nostalgia de lo no vivido: los guateques, el musical de los 50, un característico sentido del humor, el sueño - no siempre realizado - acerca de esas amistades del colegio que permanecerán para siempre. Cabe destacar la canción Grease is the Word interpretada por Frankie Valli, la cual - acompañando a los créditos del inicio - es esa Voz maestra que dice aquello que precisamente la película desmiente en su posterior desarrollo; debía romper con los convencionalismos del greaser para poder estar junto a la pureza y castidad encarnadas en Sandy. Y aunque el tema de Frankie Valli se refiere a la cultura del individuo que quiere alcanzar la autenticidad en una sociedad dominada por los valores de la burguesía puritana protestante, valga decir que los atributos propios del greaser ( el apartarse del "mundo" y de sus convencionalismos, el amor por lo marginal y el trabajo precario) tienen su origen en las virtudes cristianas, posteriormente tergiversadas bajo un signo posmoderno que ha encandilado a varias generaciones. Greaser significa mugre, lo peor de la sociedad a ojos de quienes se rigen bajo los auspicios de un orden mundado y burgués. Al final, Danny y Sandy ceden su parte correspondiente para poder estar juntos: él con su chaquetita cursi de finolis-chico deportista, sano y bueno, y ella convertida en un putón verbenero. Los puritanos se ceban con este último aspecto, queriendo decir que esa conclusión de la película es un mensaje que corrompe a la juventud y, en parte, es verdad ya que la trasformación de Sandy es mucho más llamativa y sensualmente efectiva que la de su contraparte masculina. No sucedía de forma atonal y armónica, sino que el mensaje era una exhortación al libertinaje. Lo cierto es que, contradiciendo a esa Voz maestra, han renunciado a ser lo que verdaderamente son para poder estar juntos. Una incoherencia que funciona perfectamente en ese terreno de la sátira desmitificadora. A fin de cuentas el greaser, constituido como un icono pop, es una falsificación del verdadero espíritu de libertad y, en ese orden, la película denuncia el gregarismo de aquellas bandas juveniles porque obstaculiza el camino hacia la autenticidad y conduce hacia la dictadura de los convencionalismos.
domingo, 14 de junio de 2020
jueves, 11 de junio de 2020
Videoclub de los ochenta
En primer lugar, esta noticia
No hay nostalgias como las de antes, lo afirman los chicos de Yo fui a EGB y desde aquí seguimos ese camino, pero llevándolo a la desmesura, conforme al espíritu de la vieja escuela. Aquí tratamos de hilvanar la nostalgia con la Verdad y, por desgracia, hemos de atravesar junglas prohibidas, sabiendo que la Verdad está en aquello que ha sido vilipendiado o ridiculizado. Deberíamos pensar, por otro lado, que la nostalgia no es vivir en el pasado, sino retener perpetuamente todo ese valioso legado de narrativa y formatos audiovisuales. La memoria se va adaptando al presente, pero no por ello deja de guardar el recuerdo de aquello que, por sus cualidades intrínsecas, siempre nos hará felices. Y ahora, cuando empezamos a adentrarnos en los tiempos post covid-19, es el momento de cerrar filas definitivamente ante el control mediático, ante la absoluta preponderancia del pensamiento único y de la asquerosa corrección política, y de recordar aquellas percepciones que, sin duda, algunos de vosotros tuvisteis hacia principios de la década de los noventa. Tras la caída del muro de Berlín en otoño de 1989, y ya inaugurando nueva década y "nuevo orden mundial" sionista, algo empezó a cambiar en el mundo del arte y de la estética, y sin duda fuisteis conscientes, quizás por primera vez, de la existencia del mal. No un mal concreto y personificado, sino de una decadencia, la certeza de que la historia cultural es la historia de una degeneración y, así, nunca afirmaremos nostalgias bajo el tópico que dice que "todo tiempo pasado nos parece mejor", sino bajo una certeza que no necesita justificación, simplemente lo percibisteis en su momento. No debemos adaptarnos a los cambios, sino permanecer fieles. El videoclub de los ochenta no es un pasatiempo, es una forma de pensar y de ser.
martes, 2 de junio de 2020
1985: Mcfly, Doc Brown y el anti-bullying
Pongamos que ninguna película - a excepción de otra que no vamos a mencionar ahora - refleja de forma tan clara y perfecta el espíritu y el legado de los años ochenta como lo hace Back to the Future. Durante mucho tiempo me he negado a incluirla en ésta bitácora por razones que resultarían bastante obvias si aplicáramos una mirada parcial, aquella desde la cual se entiende la historia de Marty Mcfly y de su ascendencia como paradigma de la ideología del éxito fundamentado en una competitividad agresiva y en la obtención de bienes materiales, entre otros mensajes pueriles como el referido al fumar y al beber como requisitos para tener clase. De hecho, el antológico puñetazo que George Mcfly le propina a Biff Tannen supone la exacta afirmación de ello. Ganarse a la chica a puñetazos era ganar la reputación, la clase económica a la que pertenecer y un hogar con hijos de buena profesión, limpios y educados. Es por esa verdadera peste por la que, hasta hoy, ha sido excluída de nuestro ideario. En cambio, ha sido a cuento de una especie de teoría del anti-bullying por lo que podemos verlo desde un ángulo diferente. Y es interesante porque, en los ochenta, antes de la actual cultura de la cobardía y la infantilización de la sociedad, no existía el bullying, sino verdaderas peleas por restaurar el honor personal y la identidad frente al adversario. Un adversario que en muchas ocasiones terminaba siendo una bendición para el chico que sufría algún tipo de abuso. Ni que decir tiene que la película de Robert Zemeckis es ante todo una maravillosa mezcla de caricaturas y estereotipos que no nos podemos tomar en serio, pero al loro con la ideología - porque la tiene - y con la transformación de George Mcfly consecuente a haber tenido la oportunidad de enfrentarse a Tannen. Las cosas no se resuelven a puñetazos, dicen hoy en día, y tienen razón, menos cuando es cuestión, como ya dijimos antes, de honor y, además, de hacer justicia en un momento y situación determinados. En aquella época la violencia era una forma de relación, de medir fuerzas y de conocer mejor al adversario y, una vez se gana el respeto mutuo, comienza una bonita historia de amistad entre quienes habían sido adversarios, a la vez que supone un verdadero rito de iniciación hacia la madurez. Por otro lado, Marty Mcfly es la plena figura del freak, bastante diferente de su padre George, pues Marty no necesita que le reciten una teoría del anti-bullying porque está abocado a vivir en el campo de batalla; vive en una familia en la que no encaja, en el colegio es un inadaptado, le encanta relacionarse con proscritos y con amigos raros, y vive fuera de su tiempo y de su época. Su sociedad con el inolvidable Doc Emmett Brown es la perfecta representación de nuestro amor por lo excéntrico y desmesurado, y de nuestro odio por la normalidad establecida. ¿Y qué sucede en la resolución final, cuando el padre aparece en plan cool, esa imagen terrible de mediocridad burguesa y vida adocenada?. Nada, simplemente un intercambio de estereotipos: del hombre apocado e idiota al hombre con clase y testosterona. O, ya más en serio, de una relación matrimonial basada en el sentimiento de lástima, a una relación de iguales, pues el sentir lástima daña a ambos progenitores, mientras que la madurez compartida hace que la relación matrimonial tenga un fundamento más firme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)