lunes, 19 de octubre de 2020

"¡Aquí se viene a morir!" (Capitán John H. Miller- Steven Spielberg-1998)

 


Desde Hook en 1991 hasta Amistad en 1997 tenemos la etapa más mediocre y lamentable de toda la filmografía de Spielberg, salvando sus trazos de maestría y esas moralejas que hayan podido cavar con mayor o menor hondura en nuestras almas. Una etapa cargada de una inusual corrección política, entre el ecologismo evolucionista y feminista en las dos partes de "Jurassic Park", la defensa de colectivos como los judíos en "La lista de Schindler" o los negros en "Amistad", incluso introduciendo de forma exageradamente banal e injustificada a una hija negra de Ian Malcolm- Jeff Goldblum en "The Lost World". No cupo duda, pues, de que obtener el reconocimiento de la academia en Hollywood implicaba venderse a la propaganda del sistema, aunque fuera con estilo y con un sello de maestría. Y, no obstante, creemos en Steven Spielberg porque inmediatamente después de aquél inevitable y temporal "proceso", con Salvar al soldado Ryan dio un brusco vuelco de regreso a los valores clásicos y a las temáticas atemporales. Es, ante todo, una película acerca de la guerra y del sacrificio realizado por aquellos jóvenes hombres que murieron en el campo de batalla, pero también es una representación de la vida entendida como SACRIFICIO en un sentido religioso, y de hecho tienen razón aquellos que han visto cierto paralelismo entre el perfil y las acciones del capitán John H. Miller y el mismísimo Jesucristo. Un Capitán que es a la vez un padre protector de sus hijos y un maestro, que entiende el campo de batalla como un lugar en el que, por amor a la misión, inevitablemente hay que ir al encuentro con la muerte pero, sobre todo, hallamos una oportunidad para buscar la vida y protegerla. Spielberg ha sido a lo largo de toda su carrera un implacable transmisor de bellísimos valores, y no nos quepa duda de que su hiperrealismo en la batalla no persigue otro fin que el de golpear nuestra conciencia. Porque, independientemente de la ideología o de lo que se pudiera pensar sobre aquella contienda acerca de quienes fueron realmente los "buenos", el modelo de sociedad o de mundo que hemos podido disfrutar en paz, con la tarjeta de crédito, con el cine de Hollywood en el VHS frente al sofá, las comodidades de la era pop, con el automóvil particular y el sistema democrático ( a pesar de sus injustificables miserias ) todo ello se lo debemos, para bien y para mal, al sacrificio que hicieron aquellos jóvenes hombres. Ni que decir tiene que empezar y concluir la película con la imagen solemne y ondeante de la bandera de los Estados Unidos de América resultaba enormemente provocador y lo sigue siendo en estos tiempos de apátridas y sucio cosmopolitismo. Y, en consecuencia, y rememorando las últimas palabras del Capitán Miller, cabe preguntarse si estamos siendo todo lo buenas personas que podemos ser, si realmente hemos entendido que, a pesar de todo, ya no queda tiempo para nada más que no sea la bondad, el ser dignos del SACRIFICIO hecho por nosotros, más allá de los referentes cinematográficos, mirar a Cristo en la cruz y saber que él murió en agonía, con el corazón roto, por el peso de nuestros pecados cayendo sobre Él.        


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