miércoles, 5 de abril de 2017

La voz de un ángel (Sylvester Stallone, 1979)








Contemplar y volver a pensar una y otra vez estas historias inolvidables nos lleva a la meditación sobre el orgullo y el origen de todos los males. Apolo Creed sigue encarnando al gran ídolo que enciende las pasiones del odio y de la necesidad de ser reconocido y aprobado por la sociedad. Y - a pesar de cómo termina la historia en esta secuela - Rocky está mucho más cerca de Parsifal o del joven rey David que de un prototipo del éxito alcanzado con la fuerza del corazón. Frente a las constantes provocaciones de Apolo, Rocky sigue el código de la humildad y nunca entra en disputas estériles. Palabras necias, oídos sordos, ante gestos rudos una sonrisa y algún comentario infantil. Apolo, no obstante, pondrá en marcha una campaña, utilizando la prensa y la televisión, para herir el orgullo de su contrincante y arrastrarlo de nuevo al ring. Y entonces se produce el conflicto, la lucha entre lo que la voz de la conciencia le dice a Rocky ( que no debe ceder a la tentación del orgullo ) y el dictado de la opinión pública y el de sus allegados ( excepto Adrian, la cual parece encarnar a esa misma voz angelical ), quienes dan soporte y voz a la propaganda del Dragón apolíneo, la cual incluye la apelación a la hombría y al machismo. A su vez, Rocky, a pesar de ser deudor de una cultura patriarcal, defiende a Adrian de un entorno machista, poniendo el foco de atención en la debida fidelidad y colaboración entre cónyuges, sin caer en ninguno de los extremos ideológicos. Pero el gran momento, corona de toda la saga y motivo de interpretaciones varias, es aquel en el que Adrian, aparentemente rompiendo la lógica, y tras despertar del coma, anima  a Rocky a enfrentarse y vencer a Apolo en el cuadrilátero. La clave está en reconocer la Voz del ángel (que habla de una victoria personal, íntima y ultramundana) frente a la voz del mundo y sus vanidades. Se trata de la lucha contra el gran ídolo. El cultivo del físico y del músculo son la expresión visible de una fortaleza del ser y de la humildad extendida en catorce asaltos. Apolo vuelve a perder porque sigue sin saber a qué se enfrenta, y nunca, al igual que casi todos, llegó a comprender a Rocky de forma completa, aunque años después encuentra aquella dudosa definición, la "mirada del tigre".     

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