Con Indiana Jones y la última cruzada Spielberg firmó una redención para su icónico personaje, reconciliándolo con su padre y sanando, con el poder del santo grial, las heridas del pasado. Supimos entonces que esa sed de aventuras del arqueólogo tenía su origen en un trauma psicológico debido a un padre ausente, el mismo que libra a su hijo del terrible poder de atracción de las reliquias o objetos mistéricos cuando éste está siendo presa del hechizo que sobre él ejerce el santo grial. Era el año 1989, todo había terminado bien y nadie pensaría que una cuarta aventura fuese necesaria.
Pero tras una redención, siempre es bonito filmar un crepúsculo, una especie de epílogo. Y Spielberg encontró su historia apoyándose en el guionista David Koepp. Indiana tenía que "morir" de alguna manera, y una de esas maneras era llevándolo hacia el matrimonio ( al igual que en Hook Peter Pan "muere" por causa del matrimonio y la paternidad ). Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (2008) es esa aventura que le lleva hacia el matrimonio y hacia la paternidad, desde un punto de partida en el que "Indi", en su ancianidad y declive, se ha quedado practicamente solo en la vida, muerto su padre, perdidos o muertos los viejos amigos, acompañado por amistades infieles, sin apenas reconocimientos por sus gestas presentes o pasadas, sin una familia ni tampoco herederos.
La celebración de la boda entre Indiana y Marion ponía un fin definitivo a la aventura entendida como una desesperada huida hacia delante de quien vive solo o desamparado. Pero lo más importante, y relacionado con ello, de toda la película es la sentencia final de John Hurt-Oxley, esa terrible frase que dice justo antes del beso matrimonial: cuánto tiempo perdido esperando. Aventuras, viajes, emociones, tesoros, antiguallas ocultas, misterios, triunfos y fracasos, todo fue en vano, una pérdida de tiempo, y únicamente la vida en matrimonio y ejerciendo la paternidad dignifica al ser humano.
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